
CUATRO PALOS
[tg_header title=”” subtitle=”EN EL ESTADO DE QUERÉTARO”]
Aquí no pasa nada y encima de eso no hay nadie. Es como un pueblo fantasma en medio de la sierra, donde la niebla ha envuelto a sus habitantes hasta hacerlos desaparecer. A lo lejos comienzan a distinguirse algunas siluetas, como si la niebla, sabedora de nuestra presencia, los devolviera para concretar un encuentro. Son Silvano y José, dos guías capacitados de la comunidad quienes nos conducirán hasta el mirador, atractivo principal del lugar.
Algo transformador comienza a gestarse… Cuarenta minutos después estamos en el mirador y, de pronto, uno empieza a percibir la magia de lugar: lo inexplicable que afina los sentidos, serena la mente y aleja las expectativas. Sólo entonces uno se percata de que aquí pasa todo.

La lluvia arremete y se adueña del lugar hasta transcurrida la sobremesa. Salimos de la cafetería para encontrar un lugar de ensueño, una imagen emblemática del México rural: el olor de la tierra mojada, el sonido del agua dibujando veredas, el silencio de la niebla que desciende de las montañas, el juego de luces al atardecer y la sonrisa de su gente.
– ¿Doñita, aquí en Cuatro Palos todavía hablan Otomí?
– No jóvenes, aquí hablamos nuestra plática, declaramos las palabras.
Puntos suspensivos
