
PARQUE NACIONAL EL CHICO
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Uno de los grandes atractivos del parque son las más de 30 peñas y 300 formaciones rocosas que habitan entre los bosques, valles y barrancas. Destacan las llamadas, La Centinela, La Tanda, Las Monjas, El Cuervo, Las Ventanas y El Fistol, varias con más de 170 metros de altura.

No todas las peñas son para rappel o escalada, la peña del Cuervo (3,100 msnm) cuenta con un mirador desde donde se puede apreciar una postal del parque, el poblado de Mineral del Chico y bellísimos amaneceres y atardeceres.
EL CEDRAL¡
Al interior del parque se encuentra la presa El Cedral, un cuerpo de agua rodeado montañas y peñas. Un lugar ideal para acampar o pasar el día en compañía de la familia. Ofrece renta de lanchas, cabañas y pesca deportiva de trucha arcoiris. EN En las inmediaciones del parque también hay muchos ríos y cascadas.

No en vano han pasado los años desde que el Chico se convirtió en el primer Parque Nacional de México. Hoy en día esa madurez se percibe en la calidad de su infraestructura, de la oferta ecoturística y el impecable estado de conservación del lugar. Por sus servicios ambientales es sin duda uno de los escenarios más bellos e importantes del centro del país.

• Campamento Dos Aguas
• Campamento Conejos
• Campamento Los Cedros
• Albergue Aplino
• Hoteles de Mineral del Chico[/tg_accordion]

CAÑÓN DEL PARAÍSO
[tg_header title=”” subtitle=”EN EL ESTADO DE QUERÉTARO”]
Tan pronto llegas al paraíso comienza la magia de la naturaleza… Tomamos la “avenida del río”, y lo digo literalmente: el río se convierte en calle. Después de seguir las peculiares indicaciones para llegar a la entrada del cañón: “llegando al puente ‘colgante’ verde hay que ir a la izquierda por la terracería hasta el puente ’colgante’ rojo y hasta la cabaña de Don Crisósforo”. Ahí dejamos el auto para adentrarnos en una de belleza natural de México: el Cañón del Paraíso.
Paredes imponentes se levantan a cada lado y se funden en la distancia. Son como dos brazos que invitan, en protector abrazo, a internarse en un mundo asombroso. El agua cristalina y templada por el sol apenas cubre media pierna. Conforme avanzamos las paredes nos envuelven aún más. Aquellos brazos que nos dieron la bienvenida se visten de gala: están hechos de auténtico mármol negro, desde el suelo hasta su cima.

De pronto una cueva con el único árbol dentro del cañón, como una pieza de joyería fina en su oscuro atuendo marca la mitad del trayecto. El resto transcurre entre pozas, formaciones de lava milenaria y decenas de vericuetos; paisajes pocas veces vistos, que dan la sensación de estar en otro mundo, que es mitad agua y tierra ataviada de mármol, y mitad cielo.
Después de tres horas de caminata decidimos regresar. Es la misa ruta, ahora a favor del río. Los paisajes son conocidos pero se transforman con el ángulo de las sombras antes a nuestra espalda. Vericuetos, cueva, árbol, represa: estamos de vuelta en el lecho del río, felices y asombrados. Tomamos un camino alterno entre milpas para descubrir cómo el río da vida a otro paraíso casi selvático y, así entre árboles de plátano, aguacate, limón y mango, habiendo comido sus frutos salimos por nuestros propio pie, sin que nadie nos expulsara, del paraíso.
