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Ser indígena es asumir una identidad étnica basada en determinados usos, costumbres y tradiciones; es ser descendiente directo de los pueblos mesoamericanos, hablar su lengua y enarbolar un profundo arraigo a la tierra. Sin embargo, serlo en México es sinónimo de pobreza, dificultad para acceder a instituciones de justicia y servicios de salud, además de implicar un alto grado de marginalidad; en pocas palabras, es símil de exclusión y discriminación.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, la población indígena en México está compuesta por alrededor de 15 millones de personas, lo que equivale al 12% del total nacional. En 2013, dicho organismo reportó que la pobreza en este sector era del 72%, es decir 8.2 millones de ciudadanos, de cuyo porcentaje, 26.6% vivía en pobreza extrema.
Actualmente, la población referida está distribuida por toda la República Mexicana, no obstante, en el norte, centro y oeste del país habitan tarahumaras, huicholes, mazahuas, otomiés, purépechas, mexicas, nahuas y yaquis; mientras que en el sur y sureste se encuentran los tlapanecos, mixtecos, mixes, triquis, zapotecos y mayas.
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En Oaxaca, Guerrero y Chiapas sólo 33% de su población tiene acceso a internet” border=”#b63327″][/tg_promo_box]
Las entidades con mayor presencia indígena son: Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde existe un trabajo constante en aras del reconocimiento de la diversidad cultural y las formas de organización social indígena; sin embargo, son regiones donde el analfabetismo, la desnutrición y la muerte por enfermedades curables es un hecho recurrente.
Entre los pueblos originarios que habitan Chiapas están: los tzotziles, en los Altos; tztetales, en el norte y suroeste de San Cristóbal de Las Casas; tojolabales en la región de la Cañada; choles en el noreste de la entidad; lacandones en la zona fronteriza con Guatemala y zoques en los límites con Oaxaca y Tabasco.
Para una sociedad globalizada cuya directriz principal es la política económica basada, entre otras cosas, en el auge de la tecnología, la inclusión indígena en la denominada “ola tecnológica” es fundamental; sin embargo, la prevalencia de internet deficiente y la falta de infraestructura en las comunidades indígenas derivada de la pobreza, genera un atraso evidente en la materia.
En México, 43.6 millones de personas no utilizan internet por falta de acceso, de estos, 14 millones son campesinos e indígenas; en tanto que Veracruz, Tabasco, Puebla, Zacatecas, Michoacán, Oaxaca, Guerrero y Chiapas son estados con un pronunciado índice de marginación, donde sólo del 33 al 47% tiene acceso a internet.
Es una paradoja que, a pesar de su carácter libre, reciproco y de intercambio colectivo, el internet no permee en los pueblos originarios, los cuales se han caracterizado desde tiempos inmemorables, por hacer colectividad.
De continuar dicho rezago, en términos de infraestructura y educación, podríamos estar participando de la debacle de una sociedad que hasta el día de hoy ha sido incapaz de garantizar la comunicación eficiente y la libre circulación de la información entre todos sus integrantes, sin importar sexo, raza y condición económica.